En la edad de la industrialización, las empresas definían un buen trabajo por aquello que cumplía con las especificaciones dadas. Los profesores medían a un buen alumno por las respuestas acertadas en un examen. Los padres definían a un buen hijo por las calificaciones en el colegio. Si haces lo que se te dice, a tiempo, sin rechistar, sin gastar mucho y cumpliendo los estándares como el resto, es un buen trabajo, serás un buen empleado/alumno/hijo. Rendir al máximo era algo diferente a lo que debía ser. Lo terrible es que esto no ha quedado en esa época, esto sigue ocurriendo hoy en día. En la misma economía disruptiva.
Entonces, un mal trabajo sería lo opuesto. Uno que requiere adaptabilidad, rediseñar, reparar, reprogramar o improvisar. El trabajo mediocre, según el statu quo, será ese que salta por encima de las reglas y llega donde no se atreven a llegar otros. Entonces, un mal alumno sería ese que no se conforma con «lo normal», el que cuestiona, el que se posiciona, en que pide más porque merece más. Y entonces, un mal hijo serçia el que decide ignorar el libro, los tests y las calificaciones para desarrollar su genialidad. ¿En serio?
Estamos viviendo un momento lleno de éxtasis, en una economía que no deja de evolucionar, así como la forma de aprender, convivir y trabajar. Como explicaba Emilio Ronco, los cambios son tan rápidos y bruscos que han superado la capacidad de adaptación de nosotros, los seres humanos. Si esto es así, y lo es, ¿cómo seguimos todavía anclados a un sistema tan miserable?
Lo que rendir al máximo significa
Hoy hay dos formas de rendir al máximo entendidas distintamente:
- Rendir de forma óptima, impactante, holística, humana y destacable: una forma de actuar, trabajar y vivir que cumple con lo que significa vivir hoy, y que al mismo tiempo excede expectativas tanto, que fija las miradas en nosotros. Óptima, porque no sobra nada ni falta nada, es el punto de equilibrio. Impactante porque tiene como objetivo el cambio positivo. Holística porque alinea las dimensiones física, emocional, intelectual y espiritual. Humana porque es vulnerable. Y destacable porque se merece destacar. Es aplicable a cada faceta, es posible por las herramientas, las facilidades y los recursos de los que hoy disponemos.
- Rendir con pasividad, pereza, negatividad, ego y mediocridad: poco que decir al respecto que no se haya dicho ya. Este es el subproducto de la industrialización. Es el legado que pensamos que nos han dejado, pero no, eso es solo una excusa más para no saltar a #1.
Es difícil rendir al máximo cada día en cada forma posible. Lo sé, porque las expectativas continúan subiendo. Lo cual lleva a una nueva categoría: alto rendimiento personal. Un rendimiento normal es anónimo y olvidadizo (aunque podría ser importante). Por otro lado, un rendimiento personal, es algo humanizado y por lo tanto preciado, se convierte en memorable porque la orta parte fue tocada por otra persona. A menudo, muy a menudo, rendir al máximo es algo personal, como el resultado brillante, así que personal sería más que suficiente hoy.