Una persona virtuosa (y estoica) sabe lo que importa y lo enfrenta de una forma distinta al resto:
No importa que sientas vergüenza al cantar en público.
No importa que no estés preparado para materializar tu idea y lanzarla al mundo.
No importa que sigas pensando que no tienes lo que hay que tener para ser un gran emprendedor.
No importa que te repitas una y otra vez que no tienes la autodisciplina que necesitas.
No importa que te encierres en un cuarto oscuro cada vez que te rechazan.
No importa que creas que por haber sido limitado de pequeño tienes un talento natural para estar limitado de por vida.
No importa que no puedas resistir tu ansia a comer cada vez que sientes nervios.
No importa lo frágil que te sientas cuando alguien te ataca.
No importa lo mucho que pienses sobre lo mucho o demasiado que piensas.
No importa que seas una persona virtuosa o que no lo seas.
No importa que no llegues a los estándares que otras personas han definido para ti.
No importa que pienses que tu existencia en el mundo no significa nada en absoluto,
No importa que apenas tengas recursos y no puedas ser como los que tienen recursos.
No importa que sientas dolor.
No importa que seas un Estoico, Budista, monje Zen o que no lo seas.
No importa que no te sientas amado o busques amor en los lugares inadecuados.
No importa que tu forma de trabajar no sea la adecuada para el puesto de trabajo en el que te encuentras.
No importa que te sientas acomplejado y que eso condicione tu lugar en el mundo.
No importa que no quieras pagar el precio que viene con el sacrificio que le corresponde.
No importa mucho de lo que parece importar…
¿Por qué no importa?
Porque lo que importa es tan importante que el resto desaparece ante lo que de verdad cuenta:
Estar vivos aquí y ahora.
Respirar, ver, escuchar, tocar, oler, percibir.
La virtud con la que hemos sido dotados.
El amor con el que hemos sido regados.
La compasión y empatía con la que se nos ha equipado.
«Multitud de ocupaciones útiles, el amor a la virtud y su ejercicio, el olvido de las pasiones, el arte de vivir y la ciencia de morir, y, por fin, una profunda calma en todas tus cosas»
Séneca.
Una persona virtuosa – así como los estoicos – no presta atención a las cosas superfluas, por muy necesarias o imprescindibles que parezcan, solo se ejercita ante lo que realmente importa en la vida.